Esto es una reflexión un tanto manida, pero de la que uno se da cuenta de vez en cuando. Cuando inicias un proyecto personal, por el mero hecho de hacer algo nuevo por ti mismo, con tus manos, ya sea un armario de Ikea o un theremin casero, no estás perdiendo el tiempo. La gente hablará, dirán que «cuánto tiempo libre tiene ese tío», aunque seas el más ocupado del mundo. Tú mismo llegarás a creerte que estás perdiendo el tiempo.
Pero no. Un proyecto personal es mucho más que un Hobby. Hobby es ir a comprar los viernes por la tarde a recogidas. Un proyecto personal es la búsqueda de algo que no has podido encontrar, es ese vaivén sentimental que sólo provocan los altibajos de uno de estos proyectos: las horas -y días- de frustración y la increíble realización personal que supone cuando se consigue una de las pequeñas metas que se ponen.
Al final de un proyecto personal aprendes mucho. Aprendes las tecnologías que utilizas (ya sea que existen diferentes tipos de tornillos o un nuevo lenguaje de programación). Aprendes a enfrentarte a retos, y a no abandonar. Aprendes a superar los obstáculos que pone la vida, algo que, en la sociedad de la obsolescencia programada, no solemos hacer. Nos gusta más el usar y tirar.
Por último, aprendes a conocerte a tí mismo, cuales son tus capacidades, cuales son tus puntos débiles. Y los potencias y solucionas respectivamente. Al final de un proyecto eres otra persona. Quizá has ganado un armario de Ikea (eso lo puedes comprar), pero lo más importante es que te has ayudado a conocerte, un poquito más, a tí mismo.