Errar es humano. O mejor aún, es errar lo que nos hace humanos. Toda una amalgama de errores que se concatenan, y que inundan cada rincón de nuestra vida: desde olvidar donde pone uno las llaves hasta fallos de ejecución en una obra musical, pasando por sesgos cognitivos e incoherencias internas que son las que nos dan poco a poco la vidilla, y la razón para pensar.
Pero es de los fallos en la música de lo que hablaré. Porque si hay algo que me fascinó cuando era mucho más pequeñajo era la perfección de un disco, con una filosofía que bebía directamente del mundo de las ideas de Platón, haciendo de una pista grabada el ideal de la canción que luego cambiaría en cada una de las ejecuciones.
La música grabada, en ese momento, me parecía la obra culmen de la música, el pico de perfección que jamás se podría alcanzar, tal vez solo llegar infinitesimalmente cerca. Una suerte de mundo de ideas de platón que, al pasar por nuestras manos, se convertirían al mundo de lo físico añadiendo imperfecciones.
Con la llegada de la música electrónica llegó una autoimposición bestial de la perfección. Todo se podía racionalizar, cuantizar… La era del MIDI y la informática que transformó a la música en algo inmutable, reproducible. En definitiva, tan inerte como una piedra. Esto está tan dentro de nuestro ADN que nos hace parir chistes tan geniales como:
– ¿Te vienes a echar unas cervezas?
– No, estoy grabando a un grupo…
– ¿Grabar? ¿Y eso qué es?
– Es como el MIDI, pero con personas..
No es tan alocado como puede parecer, en todo caso. Poco a poco, y estando ya en Anima Adversa, vi como todos nos dejábamos llevar por la obsesión con esa perfección. Una perfección que es falsa.
Recuerdo habiendo sacado El Grito en el Cielo, como Juanpy dijera: a mi me gusta más El Otro Yo, tiene un alma, un algo. En ese momento, mi respuesta fue: claro, tiene que está mal grabado. Y es increíble como, estando tan acertado, estaba tan equivocado. Por supuesto, el disco es en sí una sucesión de ejemplos de como no hay que grabar. Sin embargo, esa sucesión de imperfecciones hacían que la música cobrase vida.
Hoy en día creo firmemente en que la música sólo está viva en directo, y que por tanto, la música grabada no debe ser reflejo de la perfección inerte del mundo de las ideas. Este mundo de las ideas no existe mas que en nuestras cabezas. La música grabada debe ser una de las reflexiones físicas de nuestro mundo de las ideas interior, y que fluye a través de nuestras propias capacidades de ejecución, entrenadas al máximo.
Y es que errar no es más que el acto creador que nos convierte en dioses capaces de conferir alma a la música. El resto, son piedras.