Razón no les falta a estos británicos cuando dicen que su red de transportes es muy extensa y tienen para todos los gustos. Tampoco les quitaré el mérito de tener una red de ferrocarriles muy buena (por cierto, aquí no es «Train Station», sino «Rail Station».. y tampoco dicen «Buses» sino «Coaches», salvo excepciones… muchos años de aprender inglés a la basura). Pero sin lugar a dudas, los mayores líos vienen por la liberalización de los transportes.
Aquí cualquier tío con un mínimo de dinero se monta su empresa, se compra un tren y al igual le dan lineas y ya puede tirar con su negocio. Igual con los buses. ¿Suena guay? Sí, es bonito en el país de las piruletas neoliberales, pero luego es un coñazo. Por ejemplo, no existe un «mapa de autobuses» del pueblo, cada empresa tiene el suyo, y es difícil planificar un viaje. Sí, hay algunas líneas importantes, pero hay un montón más que apenas te das cuenta.
Igual con los trenes: si coges una línea de un operador vas a pegar en la estación de dicho operador y luego ya vas donde te de la gana. Eso sí, hay que reconocer que tienen sus acuerdos y a veces puedes tirar directo a King’s Cross desde Liverpool Street por un módico precio.
Y lo peor, sin lugar a dudas son las tarifas. Solo para un trayecto tienes: «First Class» (vale), «Anytime Day Single» (ya empezamos), «Advanced» (los de toda la vida), «Off-Peak» (para las horas de menor trayecto, cosa que por cierto no te dicen en ningún lado), etc. Un coñazo, con diferentes precios y propiedades. Y para colmo, una miríada de tarjetas-descuento que puedes usar para quitarte un 1/3, para comprar más de 3 billetes de una vez, etc.. Nunca sabes lo que te va a costar.
Eso sí, es eficiente, puntual, y rápido. Una vez que te haces a todos los follones de las páginas (yo particularmente recomiendo los de National Rail), la cosa marcha, y marcha bien.